Derecho de sangre by Jim Butcher

Derecho de sangre by Jim Butcher

autor:Jim Butcher [Butcher, Jim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2004-08-02T04:00:00+00:00


Capítulo 24

Esperaba encontrar a Genosa con un aspecto horrible a la mañana siguiente, pero según parecía yo tenía el monopolio de las noches duras en Chicago. Me estaba esperando en la puerta cuando llegué al estudio. Vestía unos pantalones y una camiseta de jugar al tenis, iba perfectamente peinado y estaba estupendo. Me dio otro de esos abrazos a la europea antes incluso de haber sacado todo el cuerpo del Escarabajo.

—El malocchio, ha vuelto a ocurrir —dijo—. ¿Verdad? Anoche, cuando saliste corriendo.

—Sí —respondí.

Se humedeció los labios.

—¿Contra quién?

—Inari. Pero está bien.

Arturo pareció bastante sorprendido.

—¿Inari? Esto es de locos. Pero si no es una amenaza para nadie.

No, solo un súcubo en potencia. Ahí es nada.

—Tiene que haber una razón para que la eligieran como objetivo. Pero aún no sabemos cuál puede ser.

—Pero si es solo una niña —dijo Genosa, y por primera vez me pareció detectar algo parecido a la ira en su voz. Eso era algo a tener en cuenta. Cuando los mansos se enfadan, las cosas se acaban complicando—. ¿Tienes idea de quién está detrás de todo esto?

—Aún no —dije, y abrí el maletero que se oculta bajo el capó de mi Escarabajo—. Pero no hay un solo implicado. Y se trata de un asunto personal. Creo que volverán a intentarlo esta mañana, y creo que les voy a tener preparada una sorpresa cuando eso ocurra.

—¿En qué puedo ayudar?

—Que todo en el estudio transcurra con normalidad. Tengo que preparar un hechizo.

Arturo frunció el ceño ante mi respuesta y la piel se le arrugó marcándole líneas de expresión que no le había visto antes.

—¿Y eso es todo?

—De momento.

Suspiró.

—Está bien. Ojalá te sonría la fortuna, Dresden.

—No creo que empiece a hacerlo ahora —repuse, al tiempo que le dedicaba una rápida sonrisa para animarlo un poco.

Genosa me sonrió a su vez y entró de nuevo en el edificio. Lo seguí un par de minutos después con la mochila donde guardaba quince metros de cuerda con polvo de tiza, un espejo, un rollo de papel de aluminio y media docena de velas. Entré a toda prisa y eché un vistazo a la habitación verde y al vestuario antes de encontrar a Jake Guffie vestido con unos calzoncillos grises oscuros y una bata rosa de seda que llevaba abierta. Sostenía un libro de bolsillo en una mano y una botella de Gatorade en la otra, y estaba tirado sobre su silla en una postura con la que quería dar la impresión de estar tranquilo y seguro de sí. No sé muy bien por qué me pareció que fingía, pero lo vi claro antes de hablar con él.

—Jake —dije—, contigo quería yo hablar.

Saltó de la silla como un gato nervioso y me miró con resentimiento.

—¡Ah, buenos días, Harry! ¿En qué puedo ayudarte?

—Necesitaré que me eches una mano durante unos diez minutos.

Inclinó la cabeza hacia un lado.

—¿Ah, sí? ¿Con qué?

Dudé por un momento y luego me encogí de hombros.

—Estoy preparando un hechizo para protegeros a todos de la magia maligna.

—Ya —dijo Jake entornando los ojos—. No pretendo



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